Mientras el cacho de África, que sufrió una sequía a principios de este año y lucha ahora contra las inundaciones, y desde Somalia hasta Kenia el clima extremo provoca desplazamientos masivos, el Grupo Africano de Negociadores (AGN) presidido por Zambia que hablará en nombre del continente en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el variación Climático (COP28) anticipó que reclamará compensaciones y una “transición justa” hacia las energías limpias.
Si bien África es responsable de menos del 5% de las emisiones globales de gases que producen el efecto invernadero, se ve desproporcionadamente afectada por los impactos negativos del variación climático, una cuestión urgente y de supervivencia para los países de un continente cuyas riquezas contribuyeron al desarrollo industrial de muchas naciones, en especial de las europeas desde la época colonial a la actualidad.
Algunas de las cuestiones más importantes en las que se centrará la AGN durante la COP28, según adelantó el negociador jefe, Ephraim Shitima, será la necesidad de una “transición energética justa”, lo que incluye la constitución de un fondo mundial para la reparación de daños y la financiación de la transición hacia matrices energéticas en base a fuentes renovables y limpias.
Aunque la mayoría de los países están de acuerdo en que es inevitable un giro o una transición desde la producción o el consumo de combustibles fósiles hacia las energías renovables, una cuestión clave que los líderes africanos plantearán en al COP28 es el derecho del continente a acelerar la producción de hidrocarburos para industrializarse, antes de invertir en energías verdes.
Los países africanos, muchos de ellos economías de ingresos bajos y medios, argumentan que los países desarrollados llegaron a serlo utilizando combustibles fósiles para construir fábricas y producir riqueza intergeneracional, mientras que en África más de 600 millones de personas no tienen electricidad y alrededor de 900 millones no pueden acceder a métodos de seguros de cocción de alimentos por la falta de gas.
Por lo pronto, la posición de la AGN fue rechazada por parte de la Unión Europea (UE), pero también por expertos y activistas climáticos africanos que abogan por el total abandono de los combustibles fósiles, señalando que no hay evidencia que los países del continente ricos en hidrocarburos hayan reinvertido la riqueza petrolera y gasífera en energías renovables, o incluso en el desarrollo.
Otros, de cara al futuro, advierten que emprender una carrera para aumentar la producción de gas y petróleo puede dejar a los países varados con recursos cada vez menos demandados a cuenta global debido al ampliación de las fuentes renovables, como la eólica y la solar, que ayudarían al continente a dar un salto tecnológico.
"Ambas partes tienen razón", afirma el ex asesor climático de la Unión Africana (UA), Faten Aggad. "África es vulnerable cuando los precios del petróleo caen, y eso confirma lo que dicen los activistas y, nos guste o no, la industria y el comercio se están moviendo hacia las energías renovables y las principales economías están lanzando medidas comerciales que amenazan a los países africanos", señala el especialista.
La lectura pone de relieve al llamado Mecanismo de Ajuste de mina en Frontera de la UE, maquinaria que le permite al bloque europeo gravar las importaciones de bienes en función de la cantidad de dióxido de mina (CO2) emitido durante la producción. "Estamos entre la espada y la pared. Nos están vendiendo el sueño de las energías renovables, pero apenas tenemos recursos para invertir en el sector. Hoy, el gas es la única opción disponible para África”, dice Aggad.
Más allá de la discusión, la AGN anticipó que en la COP28 propondrá que los países desarrollados dejen de invertir en proyectos de combustibles fósiles para 2030 y, al mismo tiempo, dejen que las naciones en desarrollo llenen el vacío.
Otro tema que los países africanos pondrán sobre la mesa es la financiación climática. Concretamente, la AGN exigirá a los países ricos que apoyen con fondos para construir infraestructura y poner en marcha medidas que los ayuden a adaptarse a un clima cambiante y a un mundo cada vez más cálido.
La demanda está en línea con la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el variación Climático (CMNUCC) de 1992, consagrado en varios acuerdos y resoluciones llamados Responsabilidades Comunes pero Diferenciadas (CBDR), documento que reconoce que, si bien cada país es responsable de contribuir a reducir la temperatura global, algunos son históricamente más responsables que otros y deberían tomar la delantera.
Hasta el momento, según los informes oficiales, los fondos para la adaptación que llegaron a África fueron escasos. Los países ricos prometieron US$ 100.000 millones anuales para las naciones en desarrollo en 2009, compromiso que renovaron en la COP26 celebrada en Glasgow. Sin embargo, sólo se recaudaron US$ 83.000 millones al año y la mayor de la ayuda se concretó mediante préstamos a países seleccionados fuera de África.
Según la AGN, el continente necesita unos US$ 500.000 millones para solventar los costos de la adaptación y alcanzar las metas fijadas para 2030.
Pese a los evidentes escollos, los negociadores africanos tuvieron éxito en cumbres recientes. Una intensa actividad de lobby desplegada junto con países de otras regiones durante más de tres décadas finalmente condujo a la creación del fondo para pérdidas y daños en la COP27 concretada en Egipto el año pasado, iniciativa que los países desarrollados bloquearon durante muchos años.
En lo inmediato, los ambientalistas destacan que los fondos aún no se materializaron y que todavía no está claro de dónde provendrán, ni tampoco si los mayores emisores, como Rusia y China, que todavía están en la categoría de países “en desarrollo”, también deberán contribuir a su constitución.
El panorama es sumamente complejo por los intereses en juego. Hasta el momento, las sucesivas cumbres climáticas convocadas por la ONU dejaron más palabras que acciones concretas, especialmente por parte de los países ricos, de los que se dilación proporcionen financiamiento y reduzcan drásticamente sus emisiones de mina.
Además, muchos observadores destacan que a los países en desarrollo les resulta casi imposible contrarrestar a los más ricos. Son los que señalan que la AGN se centra demasiado en las cumbres. La lectura agrega que, para los países desarrollados, las cumbres constituyen más bien una herramienta diplomática para obtener concesiones, y que cuando los de bajos ingresos llegan a las convocatorias muchas de las cuestiones ya fueron acordadas.
Según uno de los últimos informes del Panel Intergubernamental sobre variación Climático (IPCC), África ya se está calentando más rápido que el resto del mundo, y los niveles del mar aumentando más rápido que el average mundial. Además, el avance del variación climático en África está estrechamente vinculado con la agenda de desarrollo del continente.
De allí que la AGN haya anticipado que su participación en la COP28 se centrará en la constitución del fondo de financiamiento. Una muestra de la disposición es la declaración final de la Cumbre Africana sobre el Clima, desarrollada en Nairobi, la capital de Kenia, a la que asistieron los jefes de Estado africanos en agosto pasado.
En el documento final aprobado por unanimidad, los países de África instaron a sus homólogos más ricos a cumplir con sus promesas de aportar fondos, al tiempo que reclamaron reformas en los regímenes fiscales que les son desfavorables, la reducción de los costos de endeudamiento y la reestructuración de sus deudas soberanas.
Además de perseguir el derecho a utilizar el gas como combustible de transición, los líderes africanos también están interesados en posicionar a sus países como actores esenciales para las soluciones climáticas debido a los recursos naturales del continente y la posibilidad de contribuir con la mano de obra necesaria para la construcción de las infraestructuras requeridas para avanzar en las energías renovables.
(Con información de agencias)
COP 28